De la mano de Omar López Mato vamos a iniciar una serie de artículos en el FacoBlog dedicado a términos usuales en nuestra profesión y de los que desconocemos el origen. Arrancamos con algo tan de todos los días como nuestros colirios, los cuales aparte de su código de colores, tienen su propia historia.
Dr. Fernando Soler
Todos los santos días usamos la palabra COLIRIO y a ninguno le sorprenderá saber que el término deriva del latín (collyrium) y que a su vez éste viene del griego Kollurio. (Es de público conocimiento que lo que no describieron los griegos lo hicieron los chinos). Lo curioso es que el término griego no significa solución acuosa sino emplasto, palabra que reconoce su origen etimológico kollirya que significa panecillo. Según Julius Hirschberg el célebre estrabólogo que dedicó muchos años al estudio de la historia de la oftalmología (convencido que la mejor forma de comprender la evolución del pensamiento científico es conocer el origen cronológico de dicho desarrollo), las kollirya eran unas masas alargadas y delgadas que terminaban en punta como cola de ratón y estaban compuestas por diversas sustancias que podían aplicarse tocando directamente el globo ocular.
Otras veces eran polvos que raspados debidamente podían aplicarse al ojo o diluirse en distintas concentraciones para instilarse en el ojo. Sin embargo por siglos se mantuvo el concepto del collirium como un medicamento que podía usarse en forma sólida o líquida. En el caso de ser una pasta sólida (con excipientes tan bizarros como leche de mujer, bilis, clara de huevo, aglutinados con gomas o resinas), los oculistas romanos dejaban su impronta en la masa con un sello donde consignaba el nombre del responsable de la fórmula y las indicaciones terapéuticas.
Sabemos que los árabes han dejado en nuestra lengua vocablos fácilmente reconocibles por las h intermedias (que hoy algunos simplificadores del idioma pretenden abolir por la inutilidad de una letra muda). Así surgen palabras como alfahar, azahar, alheña, alhaja, almohada. Curiosamente uno de los libros de terapéutica que nos han dejado es el Libro de la Almohada un compendio de medicina ¿Por qué almohada? Porque esta palabra significa “unión con Dios“ o “unitario” (quizás y solo quizás estemos más unidos a Dios cuando dormimos).
En este texto se habla de:
- Colirios secos o polvos
- Colirios blandos o ungüentos
- Colirios en pasta o sief
Y por último existían colirios líquidos que no solo se usaban en los ojos, sino en otras partes del organismo como las úlceras en las partes” vergonzosas” que deberían lavarse con colirio tres veces al día.
El término fue acotándose hasta el uso actual que le damos a la palabra colirio.
Por otro lado no era el colirio la única terapéutica ocular indicada ya que Pietro Hispano más conocido como el Papa Juan XXI además del “acqua mirabilis” que recomendaba en su “Liber Oculorum” proponía “abstenerse de Venus“ recurriendo a la castidad como coadyuvante del tratamiento.
Como sé que a nuestro anfitrión le subyuga la figura de un Papa médico y para colmo peninsular, seguramente volveremos sobre este personaje.
Autor
Omar López Mato (Argentina)
• Médico oftalmólogo
• Investigador de la historia del arte.
• Director del Instituto de la Visión.
• Director de la editorial Olmo Ediciones.